Cuentopos de Gulubu by María Elena Walsh

Cuentopos de Gulubu by María Elena Walsh

autor:María Elena Walsh [Walsh, María Elena]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Desfilaron cientos de miles de millones de milloncitos de millonzotes de peces y bicharracos de toda clase para ver el gran número del Circo.

Martín no se dejaba domar así nomás, pero se estaba cansando y tenía mucha sed, es decir, ganas de tomar un poco de aire.

Peleaban duro y parejo, y Martín ya iba a darse por vencido cuando de pronto se oyó en el Circo la siguiente palabra mágica:

— iPfzchztt!

A pesar de que esta palabra mágica había sido pronunciada muy bajito, su tono fue tan autoritario que el público hizo un silencio impresionante.

Las ostras se quedaron con la boca abierta, y todos miraron hacia la entrada.

El Delfín Domador Pirulín se quedó quieto, dejó de domar a Martín, se quitó la gorra e inclinó la cabeza.

Martín se preguntó:

— ¿Y ahora qué pasa? ¿No me doman más?

Se escuchó otra vez una voz muy suave y chiquita que dijo:

— iPfzchztt!

Y todos, silenciosa y respetuosamente, le abrieron paso a la dueña de la voz.

Martín, que era muy educado, también se quitó el gorro y saludó.

Entraba en la gruta, lenta y majestuosamente, una Mojarrita con corona de malaquita y collar de coral.

— ¿Quién será ésta que los deja a todos con la boca abierta? —se preguntó Martín.

El Delfín Domador Pirulín le adivinó el pensamiento y le dijo al oído:

— Es Su Majestad Mojarrita V, Reina del Mar, el Agua Fría y el Río Samborombón.

— Ah... —comentó Martín—, me parece cara conocida.

La Reina Mojarrita se acercó a Martín y le dio un besito, ante el asombro y la envidia de todos.

Martín se puso colorado y no supo qué pensar de todo esto.

Después de un largo y misterioso silencio, la Reina habló. Con una voz tan chiquita que tuvieron que alcanzarle un caracol como micrófono. Y dijo así:

— iPfzchztt! Yo, Mi Majestad Mojarrita V, Reina del Mar y el Agua Fría y el Río Samborombón, ordeno: ¡Basta de domar a Martín Pescador! ¡Basta, réquete basta, y el que lo dome va a parar a la canasta, y el que sea domador va a parar al asador!

— Gracias, Majestad —tartamudeó Martín emocionado.

— iPfzchztt!, prosigo —interrumpió la Reina—: Martín me pescó una vez, hace un mes o cinco o tres, cuando yo era chiquitita y me bañaba en camisón en el Río Samborombón.

— Claro —dijo Martín—, ya me acuerdo, con razón me resultaba cara conocida, Majestad...

— iPfzchztt!, prosigo —interrumpió la Reina—: Martín me pescó, pero le di lástima y, sin saber que yo era Princesa, volvió a tirarme al agua. Ahora yo quiero devolverlo a la tierra, y lo enviaré en mi propia carroza, lleno de regalos y paquetitos.

Y así fue como Martín volvió a su playa en una gran carroza tirada por 25.000 tiburones disfrazados de bomberos, mientras la banda de langostinos tocaba un vals, las ostras le tiraban perlas y el Delfín Domador Pirulín le hacía grandes reverencias.

Martín volvió a su casa y, como no era mentiroso, todo el mundo creyó en su aventura.

Lo único que no le creyeron del todo fue que Su Majestad Mojarrita



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